Todos deseamos ser felices…

Todos deseamos ser felices y vivir una vida plena y en perfecto equilibrio.

No obstante, para la gran mayoría de nosotros este balance parece ser algo imposible de alcanzar.

Parecería que no pudiéramos equilibrar nuestra vida familiar con nuestras metas profesionales o nuestras ambiciones financieras con nuestras metas espirituales.

A veces pensaríamos que no se puede balancear ni nuestra dieta, ni nuestras relaciones, ni nuestra cuenta bancaria.

Así que hemos terminado por aceptar que quizás este equilibrio es imposible de lograr.

Nos escudamos tras el viejo paradigma que nos advierte que… nada es completo en la vida, que todo triunfo en cualquier área de nuestra vida seguramente vendrá acompañando por un gran sacrifico en otra, ya que es imposible tener todo lo que se quiere.

Mi respuesta a esta propuesta pesimista de vida es la misma que Abraham Lincoln diera cuando advertía que toda persona es tan feliz como se propone serlo.

Todos y cada uno de nosotros tenemos más control sobre nuestra vida del que creemos tener.

Es posible convertirnos en el tipo de ser integral que experimente una vida de plenitud y armonía.

Esto no sólo es posible, sino que es la vida a la cual todos tenemos derecho.

Todos podemos diseñar una vida de armonía entre las diferentes facetas de nuestro ser.

La pregunta es…

¿Cómo lograrlo?

Y la respuesta es igualmente sencilla.

El primer paso es aceptar un 100% de la responsabilidad por nuestro éxito.

Es fácil racionalizar nuestra mediocridad y encontrar culpables por nuestros fracasos, si de antemano hemos aceptado que la responsabilidad por nuestro éxito y felicidad personal no es enteramente nuestra.

El segundo paso consiste en asegurarnos que en nuestro proceso de fijar metas a corto y largo plazo, tengamos presente no descuidar ninguna de las múltiples facetas de nuestra vida.

El éxito profesional, por ejemplo, es de poco valor si lo obtenemos a costa de nuestra salud o si crea un distanciamiento entre nosotros y nuestros seres queridos.

Cuando nos dispongamos a fijar metas y desarrollar nuestro plan de acción debemos sentar metas profesionales, familiares, metas para nuestro crecimiento intelectual y espiritual, metas que respondan a nuestras necesidades de esparcimiento y diversión, metas que nos ayuden a mejorar y mantener una buena salud y un buen estado físico y metas financieras.

Imagínate por un momento que tu mente es como una gran empresa, una planta generadora de ideas, sueños y metas.

Si desarrollas un plan de éxito teniendo en cuenta las múltiples necesidades de tu ser, habrá armonía en tu vida y verás como es posible alcanzar que estas individualidades cooperen y trabajen juntas proveyéndote las herramientas, la energía y la visión que te permitan vivir una vida plena y feliz.

Verás como es posible triunfar profesionalmente sin tener que sacrificar la relación con tu esposa o con tus hijos.

Lograrás erradicar de tu vida aquella vieja creencia que te había condicionado a aceptar que si deseabas triunfar, debías trabajar duramente, olvidándote de tu recreación y hasta de tu salud.

Descubrirás que contrario a lo que muchos piensan, es posible mantener un balance entre lo material y lo espiritual.

Así que ignora a quienes profesan que es imposible hacerlo todo.

El lograr una vida balanceada, no sólo es posible, sino que debe ser la meta más importante de cada persona que verdaderamente desee ser feliz.

Hay una forma de iniciar tu plan de acción para que todo esto se cristalice en tu vida.

Inicia ya tu crecimiento personal y no esperes más.

La esperanza no es fingir…

La esperanza no es fingir que no existen los problemas.

Es la confianza de saber que estos no son eternos, que las heridas curarán y las dificultades se superarán.

Es tener fe es una fuente de fortaleza y renovación en nuestro interior, que nos guiará desde la oscuridad hacia la luz.

Cuando el amor de tu vida no te quiere…

Cuando la llamada que esperas nunca llega…

Cuando no consigues el trabajo que deseas…

Cuando no recibes la invitación que esperabas…

Cada vez que sientas decepción por no recibir lo que deseas o esperas, no lo veas como rechazo o mala suerte... simplemente piensa que es una tremenda oportunidad a algo mucho mejor de lo que esperabas.

La vida está hecha de millones de momentos, vividos de mil maneras diferentes.

Algunos buscamos amor, paz y armonía, otros sobrevivimos día a día.

Pero no hay momentos más plenos que aquel en el cual descubrimos que la vida con sus alegrías y sus penas, debe ser vivida día a día.

Este es el conocimiento que nos otorga la verdad más maravillosa.

Aunque vivamos en una mansión de cuarenta cuartos, rodeados de riqueza o luchemos de mes en mes para pagar el alquiler, tenemos el poder de estar totalmente satisfecho y vivir una vida con verdadero significado.

Día a día tenemos ese poder, gozando cada momento y regocijándonos con cada sueño.

Porque cada día es nuevo y podemos empezar de nuevo y realizar todos nuestros sueños.

Cada día es nuevo y si lo vivimos plenamente, podremos realmente gozar de la vida y vivirla a plenitud.

La autoestima…

La autoestima es el entendimiento valorativo de nuestro ser, es decir, el acto racional de valorar en cualquier momento y bajo cualquier circunstancia el cuerpo y la mente que conforman nuestra personalidad.

La autoestima es un proceso interno que comienza con aceptarse uno mismo, con el perdón de nuestros errores y el convencimiento positivo de que cada día podemos ser mejores sin llevar a cuestas las culpas del pasado.

Es importantísimo tener autoestima.

Todos la necesitamos porque esta nos ayuda a estar contentos, nos ayuda a mantener valores morales y a sentirnos satisfechos con nuestros pensamientos y nuestras acciones.

Tener una autoestima saludable es el primer paso para poder salir de algunas trampas impuestas por las emociones negativas, como es la de sentirnos víctimas, víctimas del tiempo, víctimas de otras personas, víctimas de todo.

Si nos convencemos fatalmente que somos víctimas nos entregamos al absurdo inútil de sentir lástima por nosotros mismos y con esta idea será imposible hacer crecer una autoimagen positiva y poderosa, porque nos habremos rendido ante el soldado obscuro de la autoestima baja.

Para trabajar hacia una autoestima alta y fortalecida es imprescindible limpiarnos de ideas erróneas acerca de la vida, de creer que nadie nos quiere, que nadie nos ayuda, que alguien nos debe algo o que alguien nos está quitando algo.

Por el contrario, debemos pensar que nosotros somos valientes y capaces para lograr cumplir aquello positivo que nos propongamos.

En este asunto de la autoestima, un factor determinante es la imagen de sí mismo.

La imagen de sí mismo y la autoestima se relacionan porque si tenemos una imagen fuerte y saludable de nosotros mismos nuestra autoestima será así también… fuerte y saludable.

Sin embargo…

Si la imagen que poseemos de nosotros es débil y borrosa, nuestra autoestima será débil y borrosa.

Fundamentalmente la imagen de uno mismo se forma a través de aquello que los demás nos dijeron sobre nosotros cuando fuimos pequeños, las conclusiones que sacamos a partir de como los otros nos calificaron.

Cuando éramos pequeños nuestros padres o maestros afirmaron algo con respecto a nuestra imagen y de acuerdo a estos comentarios sacamos conclusiones a veces negativas.

Toda esta información ha creado una confusión interna de quienes somos y de cuales son nuestras capacidades, por lo tanto crecemos con muchas contradicciones y terminamos desarrollando una autoestima baja.

En forma contraria, si podemos clarificar estas confusiones y convencernos por nosotros mismos, no por lo que los otros nos digan, que somos dueños de valiosísimos talentos y virtudes, de una tremenda fuerza interior, entonces tendremos una autoestima alta.

La autoestima es un recurso integral y complejo del desarrollo personal.

Las debilidades de la autoestima afectan la salud, las relaciones y la productividad, mientras que su robustecimiento potencia a la persona a desarrollar una adecuada adaptabilidad social y productiva.

La autoestima nos proporciona valor para poder creer en nosotros y en lo que podemos lograr a través del tiempo.

Nos permite respetarnos, incluso cuando cometemos errores.

Y cuando uno se respeta, por lo general, los demás también aprenden a hacerlo.

La alta autoestima es el medio más efectivo para tomar buenas decisiones relacionadas con nuestra mente y cuerpo.

Porque al saber que somos importantes es menos probable que nos dejemos arrastrar por malos consejos o malas compañías.

Si poseemos una alta autoestima, sabremos entonces que somos lo suficientemente inteligentes como para tomar caminos acertados, valorando nuestra seguridad física y emocional.

Si la a autoestima es saber que uno es valioso y eso te va a hacer feliz…

¿Qué estás esperando?

Abandona esa autoestima baja y empieza a desarrollar una autoestima alta.

Nunca olvides que tú vales mucho, que tú mente y tu cuerpo son tus mayores tesoros.

La gratitud puede enriquecer…

La gratitud puede enriquecer tu vida más que un millón de dólares.

Para muchos sería fantástico ganar la lotería, poseer casas, carros y toda clase de lujos, pero todo eso no es suficiente.

Tú necesitas el adecuado estado mental para disfrutar la vida, tú necesitas gratitud.

Tomar cada nuevo día como un regalo maravilloso es la experiencia más rica y no hay dinero que pueda comprarla.

Un día más es una oportunidad más para ver los árboles, el cielo, las montañas, para disfrutar una taza de café caliente, para ver tu programa favorito, para salir a pasear, para escuchar música, para bromear con tus familiares o amigos.

Ya seas una persona religiosa o no, el entender la vida como un obsequio te otorgará una actitud constante de agradecimiento, sosiego y armonía.

Es una tentación pensar que la gratitud llega al tener todo lo que uno quiere.

Es un engaño asumir que alcanzarás la felicidad si tienes dinero, una familia hermosa y quizás una casa en la playa, porque aun así tú sabes que hay gente que a pesar de poseer todo eso es ingrata e infeliz.

Sin embargo…

Hay gente muy pobre llena de gratitud por lo poco que ellos tienen.

¿De dónde viene este sentimiento?

¿Cómo crear gratitud?

El sentimiento de gratitud llega al mirar tu mundo de la mejor manera… con bondad, paciencia y perdón.

El estado espiritual de agradecimiento llega naturalmente al valorar a la gente y a las cosas en tu vida.

El sentimiento de gratitud es algo que tú puedes aprender y hacer crecer.

Detente, acércate y percibe el perfume de las rosas.

Tú no puedes estar agradecido por algo que no notas o que no disfrutas.

Necesitas inclinarte y apreciar a los seres y a las cosas que te acompañan, que te rodean.

No es necesario ignorar la fealdad en el mundo pero es imprescindible concentrarse en lo bueno, en lo positivo, en los seres queridos, en los amigos, en tú mismo, en lo que posees -aunque sea poco.

Dar gracias es inherente a la verdadera apreciación.

Piensa y reflexiona continuamente en aquello bueno que te ha pasado.

Observa lo agradable que se desarrolla y toma forma en tu vida porque aun en medio de las tragedias que todos en algún momento enfrentamos siempre hay un hilo de luz, algo o alguien por quien sonreír.

Cuando el contar tus bendiciones se vuelve un hábito diario la gratitud te permitirá una experiencia más enriquecedora de la existencia.

Cada día los hijos…

Cada día los hijos se van más tarde del hogar, es más, hay treintones, que aún dependen de sus padres.

Eso se llama ser mantenido.

Parece que las madres están fallando en el proceso de separación, individualidad y ayuda a los hijos a crear su propia independencia.

Eso se llama complejo de gallina.

Es curioso, lo que pasa es que las madres principalmente, confunden lo que es el amor y se dedican a hacer felices a sus hijos, a cumplirles sus caprichos, a resolverles la vida y no piensan que el resultado es la infelicidad, ya que los hijos nunca aprenderán a ganarse la vida y a ser autosuficientes.

Eso se llama hacerlos, dependientes e inútiles.

En aras de una felicidad mal entendida quieren llenarlos de cosas materiales, les dan la mejor fiesta de cumpleaños, la mejor ropa, los tenis más caros, la mejor escuela, dinero para las discotecas, un carro si es posible y constantes gratificaciones que no se ganan, que no se merecen y lo más grave que no agradecen.

Eso se llama alcahuetería.

Se sacrifican en todos los sentidos para que sus hijos tengan lo mejor y nunca les quedan bien y lo que reciben por parte de ellos es… exigencia, egoísmo y en muchos casos descalificación y malos tratos.

Les han dado tanto, que se creen merecedores de todo.

No te piden te exigen.

Les han dado tanta atención que se sienten el centro del universo, cargados de egoísmo creen que el mundo debe de girar a su alrededor y que lo único valioso, importante y primordial son ellos.

No les hacen conciencia de su papel como miembros de una familia, como madre cumplen con el compromiso de cubrir sus necesidades personales, de salud y escolares.

Ellos tienen que cumplir con el compromiso de sacar buenas calificaciones y colaborar en el hogar.

¿Qué está pasando con las nuevas generaciones?

Si miramos un poco hacia atrás y revisamos los años lejanos o cercanos a nuestra juventud, todo era muy diferente.

No tenías teléfono celular y no te pasaba nada.

Te conformabas con la ropa que tus papás te podían comprar y no por eso te sentías diferente ni descalificado por no usar la marca X ó Z.

Si te llamaban la atención, te negaban un permiso o te daban un coscorrón, no amenazabas a tu mamá con denunciarla a los Derechos Humanos y mucho menos le mencionabas la lista de los Derechos de los niños y de los adolescentes.

Si te ibas a una tardeada, fiesta o pachanga, te comprometías a regresar a una hora determinada, que tenías que cumplir, de lo contrario no había permiso para la siguiente.

Y eso no era motivo para emitir gritos, zapatazos y azotones de puerta, o tener durante una semana sonrisas fingidas y jetas naturales.

En ese tiempo existía un valor muy importante que nos enseñaron de pequeños, se llamaba respeto.

Ahora no se conoce, no existe, no sabemos en que lugar estará o detrás de que mueble lo escondimos para que nuestros hijos no lo encuentren y mucho menos lo practiquen.

En aquellos tiempos de familias grandes, la mamá no tenía mucho tiempo para sentarse con nosotros para hacer la tarea.

Y no era común reprobar materias y mucho menos perder el año.

Había valores que eran preponderantes… uno era el orden, el otro la disciplina y otro la obediencia.

Hoy en día, la mamá tiene que hacer la tarea, comprar la monografía y lo único que le falta es ir a presentar el examen en el salón de clase.

Limpiarle los zapatos, zambullirse entre los sillones buscando el cuaderno, el lápiz o el sacapuntas y buscar en el basurero la circular que al día siguiente tiene que presentar firmada en la dirección.

Y todo este circo para que el niño no haga berrinche y no sufra una deshidratación a causa de sus lágrimas y lo más triste, para tener la paz social en el hogar, donde la solvencia y la autoridad de la madre hace mucho tiempo no existen.

Y que decimos de lo cotidiano en el hogar, donde para evitar conflictos y discusiones, como ya no funciona aquel estribillo de… Jorgito a la una, Jorgito a las 2, Jorgito a las dos y cuarto como si fuéramos reloj.

O el clásico… voy a contar hasta diez va una, van dos.

Se convierten en la sirvienta, lava platos, tiende camas, eso si, con la boca callada para no caer gordas con tanta habladera y no le permitimos a la niña que se desgaste ni siquiera recogiendo sus propios tiraderos, total para qué, ella porque, si para eso está la mamá…

¿Querías hija, no?

- Y aparte mi mamá ni trabaja se la pasa en la casa todo el día sin hacer nada.

Claro esa frase la han escuchado de alguien en casa.

En aquellos tiempos no te sobreprotegían, ni te solucionaban los problemas, tenías libertad hasta para cometer errores, lo cual te llevó a desarrollar un sentido de responsabilidad y de identidad.

Dentro de este proceso de crecimiento no estaban exentos de un coscorrón o una que otra nalgada bien puesta, mismas que a nadie le ocasionó ningún trauma, ni hubo necesidad de llevarte al psicólogo.

En aquellos tiempos la voz de los papás se escuchaban con respeto, las órdenes se acataban sin protestar y los consejos de mamá no eran catalogados como cantaletas, rollos o monsergas.

Ni les decías…

- Ya cállate.

En aquellos tiempos la mamá ponía los límites, las reglas y las condiciones y no tenía miedo de que el hijo o la hija le dijeran…

- Aquí no me comprenden, no me dejan ser, me voy de la casa.

Adonde te ibas a ir que te trataran mejor que en tu casa.

En aquellos tiempos la mamá no tenía miedo de llamarte la atención y que te enojaras.

En aquellos tiempos si no querías comer, te quedabas con hambre, porque no te daban dinero para comprar porquerías en la tienda de la esquina.

Además la mamá se levantaba temprano a prepararte el desayuno.

En aquellos tiempos tu mamá no te justificaba tus malas calificaciones, ni tu mal comportamiento en la escuela, ni la falta de respeto a los maestros, ni tu falta de colaboración y apoyo en tu casa.

En aquellos tiempos la mamá decía no.

Y no, quería decir no.

En aquellos tiempos mi mamá no tenía como asistente educativa a la televisión.

Se daba tiempo para escucharme, de acuerdo a sus posibilidades y me informaba, pero sobre todo me formaba.

En aquellos tiempos la figura de la mamá era muy diferente a la actual, en aquellos tiempos el amor, el respeto y la consideración no daban cabida a los actuales calificativos…

- Mi mamá está loca, está menopáusica, es una histérica, está neurótica, es una frustrada.

Y quien sabe cuántos calificativos más, mismos que me causan un gran… no sé si por quien los emite o por quien los recibe.

¿Que vamos a hacer con los hijos de hoy?

¿Egoístas, aprovechados, dependientes, irresponsables, irrespetuosos, groseros, estafadores económicos y emocionales?

Si no le das dinero, te lo roba, porque así se llama la acción de tomar algo que no es tuyo.

Enséñales a ganar su propio dinero con honestidad, para que sepan lo que cuesta administrarlo y disfrutarlo.

Enséñale a valorar la oportunidad de estudio, no todas las personas tienen el privilegio de prepararse, tener una profesión y formar un plan de vida.

No les permitas que te amenacen con salirse de la escuela y no estudiar.

¿Qué vas a hacer con un parásito en tu casa?

Enséñale a respetar a sus semejantes para que cuando tenga su pareja sepa cultivar y procurar.

La igualdad entre hombres y mujeres no es faltarse al respeto, ni tener jerarquías ventajosas.

Enséñale a formar su escala de valores que lo hará un ser humano de bien, útil a su familia y a la sociedad.

Hazle conciencia que los valores no han pasado de moda ni son piezas de museo.

Enséñale a quererse a sí mismo para que cuando tenga sus hijos los sepa amar y educar.

Para que tenga credibilidad en la relación de pareja y no opte por la unión libre que engendra la promiscuidad y falta de selectividad afectiva.

Tus hijos son tu responsabilidad cuando Dios puso en tus brazos ese pequeño ser, te lo dio limpio, sano, puro, te dio un maravilloso material para que tú elaboraras una extraordinaria obra de arte, qué has hecho con ese pequeño ser, en qué lo has convertido, qué cuentas le vas a entregar al creador de la misión que te encomendó, de formar un ser humano de bien.

Dios castiga también la falta de atención y la negligencia.

Has un examen de conciencia y reconoce tus errores y enmiéndalos, reconoce tus carencias y prepárate, busca tu dignidad y recupérala.

Hoy nos preocupamos por llenar de cosas materiales a nuestros hijos y olvidamos por completo sus necesidades morales y espirituales, también el alma necesita de alimento.

Enséñale a conocer y a practicar la generosidad, hay muchas cosas que dar… una sonrisa, una flor, amistad, amor, compañía, una palabra amable, una oración, un pensamiento positivo.

Un corazón generoso siempre estará rebosante de paz.

Dale la oportunidad de estar en paz, pero primero debe de conocerla.

¡Despierta mamá y papá!

Vamos a ponernos las pilas, hagamos de nuestra escala de valores un estandarte y párate al frente, para que tus hijos puedan identificar de cerca el respeto, la comunicación, el compromiso, la honestidad, la humildad, la cortesía, la prudencia, la generosidad, el agradecimiento, la nobleza de corazón que es lo que hace seres humanos de excelencia, se una madre y un padre responsable de tiempo completo, desarrolla en tus hijos raíces profundas para que crezcan y alas fuertes y ágiles para que vuelen y Dios premiará tu esfuerzo.

Algunas veces las personas…

Algunas veces las personas llegan a nuestras vidas y rápidamente nos damos cuenta de que esto pasa porque debe ser así para servir un propósito, para enseñar una lección, para descubrir quienes somos en realidad, para enseñarnos lo que deseamos alcanzar.

Tú no sabes quienes son estas personas, pero cuando fijas tus ojos en ellos, sabes y comprendes que ellos afectarán tu vida de una manera profunda.

Algunas veces te pasan cosas que parecen horribles, dolorosas e injustas, pero en realidad entiendes que si no superas estas cosas nunca hubieras realizado tu potencial, tu fuerza o el poder de tu corazón.

Todo pasa por una razón en la vida.

Nada sucede por casualidad o por la suerte… enfermedades, heridas, el amor, momentos perdidos de grandeza o de puras tonterías, todo ocurre para probar los límites de tu alma.

Sin estas pequeñas pruebas la vida sería como una carretera recién pavimentada, suave y lisa.

Una carretera directa, sin rumbo a ningún lugar, plana, cómoda y segura, más empañada y sin razón.

La gente que conoces afecta tu vida.

Las caídas y los triunfos que tú experimentas crean la persona que eres.

Aún se puede aprender de las malas experiencias.

Es más, quizás sean las más significativas en nuestras vidas.

Si alguien te hiere, te traiciona o rompe tu corazón, dale las gracias porque te ha enseñado la importancia del perdón, la confianza y a tener más cuidado de a quién le abres tu corazón.

Si alguien te ama, ámalos tú a ellos, no porque ellos te aman, sino porque te han enseñado a amar y a abrir tu corazón y tus ojos a las cosas pequeñas de la vida.

Has que cada día cuente y aprecia cada momento, además de aprender de todo lo que puedas aprender, porque quizás más adelante no tengas la oportunidad de aprender lo que tienes que aprender de este momento.

Entabla una conversación con gente con quien no hayas dialogado nunca y escúchalos y presta atención.

Permítete enamorarte, liberarte y poner tu vista en un lugar bien alto.

Mantén tu cabeza en alto porque tienes todo el derecho de hacerlo.

Repítete a ti mismo que eres un individuo magnífico y créelo, si no crees en ti mismo, nadie más lo hará.

Crea tu propia vida, encuéntrala y luego vívela.

Afortunados a los que se nos permite…

Afortunados a los que se nos permite poder viajar a conocer otros países, adentrarnos en su historia, en sus distintos escenarios que han afrontado en su crecimiento, en las distintas épocas transitadas.

Convivir esos momentos de permanencia en esos países es algo maravilloso por lo que generan, lo que hacen incidencia significativa en nuestra implosión interna y nos conllevan a estados de conciencia extraordinarios de cómo el ser humano se ha comportado hasta el presente.

Cada país tiene su propia riqueza cultural, su legado histórico que ha afrontado, su pasado, su presente y sus perspectivas hacia ese futuro que seguramente ya no estaremos.

No nos debe sorprender, que se escriba al respecto de viajar, que cuando uno lo hace se debe recordar que la que viaja en realidad es el alma y que lleva aparejado el espíritu inquieto, lastimado por la monotonía, por el estrés diario, por los problemas cotidianos, por lo que nos hace sufrir a diario, por esto y también por aquello y entonces el alma sugiere al espíritu que se escapen y luego invitan al cuerpo para que se mueva y convenza a la mente que haga todos los arreglos para sacarle provecho a ese momento, disfrutarlo, crecer y agradecer la oportunidad que se nos da de mantenernos vivos, atento a sacarle provecho intensamente a los estímulos que se generan.

Es sabido además, que cuando uno se propone viajar, tal vez le pasan por la mente muchas ideas evocadoras de lugares míticos o sugerentes, a veces el mar es un gran favorito, las montañas lo serán para otros, para otros más osados las alturas, los paisajes alpinos, los deportes de gran peligro, los rápidos de los ríos y tal vez para otros simplemente los lugares con “ambiente”, gente alegre, la disco, los bares, los museos, en fin, hay tantos lugares como personas existimos, todo va de acuerdo a lo que el espíritu demanda para alimentar el alma y darle oportunidad a la mente a que genere ideas, conteste respuestas a las muchas interrogantes que el diario vivir nos demanda.

Es algo maravilloso experimentar el poder confundirse con seres humanos de otros países, en donde no se tienen compromisos, interrelaciones preestablecidas, en donde no se ha vivido en ese entorno, sorprendernos como éste aviva al espíritu, acicatea al pensamiento, se demanda información, se va detrás de lo nuevo, de aquellos destellos que incrementan nuestros niveles de superación que nos dan felicidad, alegría y muchas veces sorpresas, de lo gigante que es el ser humano, pero también de lo majestuoso que es nuestro creador, de esa esencia que forjo todo esto.

Es necesario para el ser que esta designado para este planeta y a quien se le ha dado la oportunidad de vivir en él, conocerlo, salir de lo monótono y tedioso y hacer un viaje a donde se libere el alma, donde se conozcan gentes nuevas o quizás donde se nos permita estar solos, frente a una de las imágenes o paisajes donde descansa el espíritu y se nutre el alma.

Sorprenderse conviviendo en esos escenarios muy distintos a lo que uno ha estado acostumbrado invitan a tomar más conciencia de lo grande que es el ser humano, más cuando se le da oportunidad a la mente de expresar su potencia en todas las artes, de saberse compartir e invitarnos a ser cada vez mejores, de crecer día a día, aprovechándose la oportunidad de vivir, de no dejarse atrapar por la avaricia, el materialismo, evitar que se gene la desarmonía, el odio, las ambiciones de poder que conllevan a guerras, destruyendo todo, mancillando la pureza del alma, su esencia divina en donde se genera todo lo que el mundo material presenta.

El viajar y estar decido a sacarle provecho a la oportunidad es atreverse a compenetrase con otros entornos, con otros escenarios que invitan a crecer.

A confundirse con los otros, seres humanos que somos, a pesar de los idiomas, idiosincrasia, cultura, sin descuidar que lo podemos hacer por que somos de la misma esencia divina y si nos proponemos logramos interrelacionarnos.

Debe estar plenamente identificado el viajar con el deseo de experimentar, aprovechar la oportunidad de vivir, adentrase con el aquí y el ahora, saber manejar adecuadamente los estímulos que se manifiestan, las emociones, los colores, la gente, los lugares, la nueva luz, el atardecer, los ríos, mares, lagos, las palomas, las caras interesante, los personajes increíbles, las comidas, el cafecito servido en las mesas que se habilitan en la aceras, compartirlo de poderse, con la compañera, sentarnos y ver pasar a aquellos que me dan mi plena existencia.

Se observan tantas maravillas, que antes de crearse estas maravillas, antes seguramente fueron solo ideas, imágenes en la mente de su inspirador.

Con ellas la tarea siguiente sin duda fue la de comentar su viabilidad, el recibir las opiniones y las críticas que siempre surgen de aquellos que encuentran cien millones de objeciones y que intentan de mil maneras hacer que su imaginativo visionario desista de su ilógica e imposible idea.

Se imaginan ustedes cuántas maravillas nos hubiéramos privado de tener lugar esas críticas, nos hubieran privado de la majestuosa presencia de muchas obras de arte.

Definitivamente, viajar y adentrarse en el aprovechamiento de la oportunidad que se nos da para conocer otros escenarios, es algo que ayuda a crecer, a sorprendernos lo maravilloso que son los seres humanos cuando unidos realizan labores que son majestuosos, extraordinarias, en donde podemos contemplar la esencia del arte en todo sus expresiones y el disfrutarlo definitivamente es una bendición.

No, no me digas nada…

No, no me digas nada en esta mañana.

Estoy triste, muy triste... te duele yo lo sé.

Déjame llorar a solas.

No es nada que tú puedas remediar.

Son los recuerdos que duelen.

Y galopan en mis pensamientos.

Son torrentes de lluvia.

Que mojan mis mejillas.

Estoy triste, muy triste.

Y quisiera quemar estos labios.

Y borrar de mi alma esos besos ingratos.

Arrancar de raíz esas caricias.

Que para ella fueron solo fantasías.

Y donde yo entregue mi alma.

En cada beso que yo le daba.

Estoy muy triste.

Todavía esta abierta esta herida.

Aun su recuerdo vive en mi alma.

Deja que se curen mis heridas.

Para brindarte un corazón sano.

Es usual que los humanos…

Es usual que los humanos busquemos aprobación y apoyo en otros, por necesidad real o aprendizaje sociocultural.

Lo que debe evitarse es el apego, la dependencia, que limita el desarrollo de una personalidad sana y madura, donde lo normal es la autonomía, es decir, pensar, elegir y decidir por uno mismo.

Desde el momento mismo de la concepción, la criatura que se forma en el vientre materno, ya es dependiente.

Requiere, para nacer sano, numerosos cuidados de la madre y especialistas que faciliten su ingreso al mundo como persona con vida propia.

Ya nacido, el niño demanda compañía, estimulación y atenciones que no podría proveerse por sí mismo.

Así crece y atraviesa niñez, pubertad y adolescencia hasta llegar a ser adulto.

En esta etapa es adecuado esperar a que desarrolle un estilo de ser propio y cierta autonomía.

Sin embargo…

Por genética, arquetipos, aprendizaje o voluntad, puede verse que muchas personas luego de cruzar la barrera de los 30 años, muestran dificultad en independizarse mental, emocional y materialmente.

Continúan viviendo con sus padres u otros parientes o ya lejos de ellos, buscan su opinión y apoyo para tomar decisiones a veces simples e intrascendentes.

Si esta conducta es reforzada en el hogar materno, las consecuencias en el desarrollo emocional pueden ser inseguridad baja autonomía e incapacidad de decisión adulta.

Pero…

¿Qué es la autonomía?

Para mí, es la capacidad y disposición a pensar, elegir y actuar de manera independiente, sin experimentar ansiedad o culpa.

La autonomía se expresa en conductas concretas como realizar actividades de autoatención, visitar lugares sin requerir compulsivamente la presencia de otros, comprar productos o servicios sin esperar aprobación de otros, manejar la soledad adecuadamente si fuese necesario o rechazar una invitación grata pero prescindible.

La autonomía es una forma de libertad, que revela alta autoestima, pues revela confianza en uno mismo, sentido de control de la propia vida y madurez psicológica.

Puede asociarse con la autenticidad en el sentido de que la persona con autonomía ejerce su libre albedrío sin la urgencia de caer bien o complacer a otros, en detrimento de sus deseos y necesidades reales.

La autonomía nos lleva a vivir por leyes personales, por una ética que dicta lo correcto, lo sano, lo adecuado, lo necesario, nos dota de congruencia, nos aleja de tener que asumir deberes indeseados e innecesarios y de quedar comprometidos por los favores que nos han hecho.

La autonomía es maravillosamente liberadora.

Sabemos que no estamos actuando de manera autónoma cuando orientamos la conducta a complacer a otros y nos sentimos culpables por ello, cuando llenamos la agenda con actividades que odiamos realizar pero que creemos socialmente necesarias, aunque después, en la sinceridad de la soledad, experimentemos vació y frustración.

No se trata de convertirnos en egoístas o desadaptados sociales, sino de saber cuando es realmente indispensable intervenir a favor de otros, qué es lo más justo para nuestros objetivos y bienestar emocional.

La solidaridad se le brinda a los débiles, no a los cómodos.

La autonomía tiene muchas ventajas, pues aumenta nuestra seguridad personal, reduce la ansiedad de la soledad y marca distancia a los abusadores, controladores y entrometidos.

Los padres que deseen ayudar a sus hijos, deberán dejarlos que aprendan a decidir por ellos y resolver sus problemas sin intromisión, aunque con apoyo ofrecido sin presión, o brindado cuando sea solicitado.

Los padres exitosos son los que logran que sus hijos no dependan de ellos.

Los tatuaje de mi piel…

Los tatuaje de mi piel es la vida quien los ha hecho.

Unos los grabo el amor y otros los grabo el despecho.

La vida es el velero y el corazón es el puerto.

Donde se amarran los malos y los buenos sentimientos.

Mil veces he navegado por el mar de la ignorancia.

Por soberbia o estupidez me vestí con la arrogancia.

Del que todo cree saber y al cabo de poco tiempo.

Aprendí que solo se que no se nada y lo siento.

Pues la vanidad y el dinero se esfuman como el orgullo y es, lo que pierdes primero.

Del ancho mar de la vida es el tiempo el que te enseña, que no es el oro, ni la gloria por mucho que algunos se empeñan en demostrar su valía.

La muerte es la que impone su díctame y su sentencia.

Y solo quedara el recuerdo de aquello que te precedió y es lo que te hará eterno.

Cómo podemos entender…

¿Cómo podemos entender la autoestima?

Pues bien, la autoestima es una capacidad que potencia todas nuestras otras habilidades.

Consiste en estar consciente de uno mismo y ser capaz de comprenderse, aceptarse y respetarse.

Implica saber quién eres y el entender porque piensas, sientes y te comportas de la forma en que lo haces.

Con seguridad todos coincidiremos en sostener que el amor es el más fuerte impulsor en nuestras relaciones interpersonales.

Me estoy refiriendo al amor en todas sus pluralidades y formas, el de padres a hijos, de pareja, de amigos, etc.

Por ello, a menudo nos preocupamos de obtenerlo y cuidarlo.

Algunos incluso grafican las cosas así…

- Sin amor la vida no tiene sentido.

Pero…

¿Qué hay del primer amor?

Bueno, aquí no me estoy refiriendo a aquella primera gran pasión que ha podido abordar nuestra mente y corazón.

No, sino del elemental… del amor por uno mismo.

Se resume en una palabra… autoestima.

La autoestima es una capacidad que a su vez forma parte de la aptitud intrapersonal, la cual incluye también habilidades como la autoconciencia emocional, asertividad, autorrealización e independencia… todos elementos de la inteligencia emocional.

Parece mentira, pero éste es el amor menos practicado en nuestra sociedad.

De ahí el problema para relacionarnos efectivamente con otros.

Si no tienes una buena relación contigo mismo, es poco lo que puedes esperar de los demás.

Una de las claves de la autoestima es la capacidad de autoconciencia, de la cual va a depender una autovaloración precisa de nuestras limitaciones y posibilidades.

En un mundo cada vez más competitivo esto se constituye en una ventaja apreciable, ya que nos lleva a focalizar esfuerzos hacia lo que queremos mejorar, dándonos la oportunidad de compensar nuestras inconsistencias.

El admitir carencias nos permite hacer algo al respecto.

¿Qué importancia tiene esto?

Es sencillo, nos lleva a la autoaceptación, gracias a lo cual podemos reforzar nuestra identidad como personas.

Lo contrario nos causa sentimientos de inadecuación e inferioridad.

Alguna vez oí la siguiente…

- Tendemos a ser lo que creemos que somos.

Frase con mucho sentido, pues solemos ser creadores de profecías, de nuestros propios destinos, ya que tenemos la propensión a actuar según lo que esperamos de nosotros mismos.

Las personas con un nivel de autoestima saludable son fácilmente distinguibles de los demás.

Se les nota como individuos seguros de sí, con un buen sentido de auto confianza, que se sienten realmente bien por cómo son, todo lo cual los lleva a sentirse capaces de tomar los retos de la vida y de correr riesgos.

Por otra parte las personas con un nivel de autoestima pobre se sienten intimidadas ante otros, sus actitudes pesimistas y negativas hacia sí mismas los lleva a albergar sentimientos de poca valía, su sentido de auto identidad es pobre, pues no han logrado aceptar sus carencias ni sopesar correctamente sus posibilidades reales.

Sus sentimientos de inferioridad le hacen sentir una falta de fortaleza interna, así como acarrea otros sentimientos de desesperanza y miedo, incluso de auto desprecio.

Esto los lleva a la inacción, pues temen hacer cosas y parecer ineptos al intentarlo y lamentablemente terminan siendo vistos así.

Es todo un círculo vicioso.

Hay que recordar que a uno lo tratan como uno enseña que lo traten.

El individuo que se quiere a sí mismo es todo lo contrario, su sentido de auto identidad es fuerte.

Confía en sus propias capacidades, es conocedor de sus limitaciones y sabe cómo nivelarlas… establece alianzas que compensen sus puntos débiles.

Por ejemplo, si en la escuela, academia o universidad es consciente de su pericia para el razonamiento verbal y a su vez de su falta de habilidad para la geometría se aliará con otro compañero fuerte en esa última área, de quien pueda aprender y con quien pueda compartir lo que sabe.

No siente vergüenza en admitir carencias, por eso es un individuo decisivo.

Su sentido de auto confianza está alineado con la realidad, es capaz de mantener sus propios puntos de vista incluso cuando éstos son impopulares.

El pobre en autoestima, en cambio, hace que su propia valía dependa de lo que otros piensen o digan, por ello siempre necesita que los demás lo aprueben, constantemente busca agradar a todos, nunca puede ser él mismo.

No tiene la convicción esencial para asumir las decisiones y los retos más desafiantes, pues teme que cada falla le confirme su sentido de incompetencia.

Quien adolece de esta capacidad tiene su propio enemigo interno, algo así como una voz que siempre le dice… no puedes, desaprovechando así las oportunidades.

Nuestras habilidades por sí mismas no son suficientes para garantizarnos el mejor desempeño, tenemos que creer en ellas para explotarlas al máximo.

Estudios diversos han demostrado que la capacidad de auto confianza es la que hace diferencia incluso entre individuos de inteligencia general equivalente.

Sin duda, concordarás con todo lo anterior, pero probablemente puedas pensar que el amor por uno mismo, puede también ser una señal de egoísmo.

Nada más falso.

El verdadero querer no tiene que ver nada con la soberbia, la cual es más bien reflejo de una personalidad pobre en autoestima, en realidad se trata de un mecanismo de defensa que algunos individuos emplean, pues necesitan creer que los demás son menos que él a fin de aparentar una superioridad que sólo oculta sus propios sentimientos de incompetencia.

Solemos atribuir los grandes problemas del mundo a la falta de amor entre los hombres.

Uno tiene que ser el cambio que quiere en el mundo.

Si no estás queriéndote lo suficiente entonces estás viviendo por debajo de tu capacidad real.

Los pretextos no existen.

¿Te arriesgas a quererte?

Hay momentos…

Hay momentos en la vida.

Que recuerdas con cariño.

Momentos que duelen.

Hay momentos que te marcaron.

Recuerdos que te arrancan una sonrisa.

Momentos de mucho llorar.

Hay momentos que ansias repetir.

Y otros a no volver a vivir.

Momentos a no recordar.

Hay momentos tan llenos de amor.

Que los sientes en ti eternamente.

Y con ellos debes vivir.

Esos momentos lucha por repetir.

Y mantener esa llama viva.

De ese amor que la vida te brindo.

Ante la necesidad o el deseo…

Ante la necesidad o el deseo de mejorar nuestra vida, de lograr lo que se desea y de experimentar bienestar, se hace necesario mirar hacia adentro, donde se encuentra la clave de todo proceso de cambio personal… la autoestima, timón de vida, que nos conduce al éxito o al fracaso.

Es una tendencia humana irrefrenable, experimentar un fuerte deseo de superación.

No conozco, en más de 17 años de trabajo en este fascinante campo, a una sola persona que no haya sentido el poderoso llamado del mejoramiento personal.

A pesar de ese llamado, existe una serie de bloqueos o limitaciones tanto externas como internas que hacen “cuesta arriba” la senda hacia los objetivos anhelados.

Nacer con limitaciones mentales o físicas, padecer enfermedades tempranas, vivir en un ambiente político que suprima las oportunidades o impida el reconocimiento de los méritos y crecer bajo la presión inmisericorde de la pobreza material, son algunos de los agentes que parecen escapar a nuestro control voluntario.

En cuanto a los factores internos, esos que dependen directamente del individuo, podemos englobar varios de ellos en un solo macro factor que los contiene… la baja autoestima.

La baja autoestima es una condición limitante surgida en la subjetividad de cada persona, que le hace creer que carece de las capacidades requeridas para el éxito y el bienestar emocional, así como un bajo sentido de merecimiento, que ancla a la persona en la inercia y la resignación.

Algunos de los factores externos pueden ser pasajeros y muchos de los que sufren estas limitaciones exógenas, logran evadirlas trasladándose a otros escenarios, o superarlas con esfuerzo propio y apoyo de otros.

En cuanto a las debilidades de autoestima, corresponde a cada uno el reto de recuperar su confianza y desarrollar las cualidades que posibiliten su superación, el logro estable de sus más preciadas metas y la definición de valores y propósitos, los cuales dan en conjunto una visión y una sensación de sentido y congruencia general.

Desarrollar la autoestima implica trabajar en varios aspectos, tales como… conciencia, confianza, responsabilidad, voluntad, iniciativa, creatividad, disciplina y audacia, todos pilares de una vida sana y productiva.

Cuando mencionamos la conciencia, nos referimos a aprender vivir conscientemente, es decir, vivir despiertos, en contacto con nuestras verdaderas necesidades, para reconocerlas y satisfacerlas sin evasiones ni autoengaños.

Implica también la detección y aceptación de fortalezas y debilidades, de talentos y límites, que nos permitan elegir opciones acordes con lo que somos y podemos, sin sobreestimarnos ni subestimarnos.

La confianza implica aceptar que con los recursos disponibles, podemos abordar exitosamente los retos de cada día, pues somos seres dotados de grandes capacidades.

El estudio y el trabajo siempre nos llevan al dominio y este es el requisito de la actitud confiada.

Los pequeños logros, alcanzados sistemáticamente, abren la puerta a la idea del “si puedo”.

La responsabilidad es una cualidad de la mentalidad adulta, cuya característica esencial es aceptar responsabilidad por los actos y sus consecuencias.

Es a la vez una renuncia a culpar a otros por lo que elegimos de manera voluntaria.

La persona responsable es un ser poderoso para cambiar favorablemente su existencia.

La voluntad se refiere a la paciencia y a la consistencia para mantener el esfuerzo hasta alcanzar el logro.

No es testarudez ciega, sino empeño inteligente, ese que sabe seguir las señales e intuye cuando continuar y cuando posponer o cambiar.

La iniciativa es la tenencia a dar los primeros pasos en lugar de esperar.

Revela ambición y confianza y es pieza clave para todos los éxitos oportunos.

Si la vida se vive ahora, es más recomendable iniciar que esperar, siempre, claro está que se consideren los factores involucrados y se explote adecuadamente el sentido de la oportunidad.

La creatividad es la búsqueda de las mejores maneras de lograr lo que se desea.

Por lo que resulta una aliada de todo el que emprende el camino hacia la excelencia y la superación de la mediocridad amparada casi siempre en la obsolescencia y la rutina.

Disciplina es orden, estructura, senda.

Los disciplinados ahorran energía, tiempo y esfuerzo y hacen más cercana la distancia entre el estado actual y el estado deseado.

La audacia es la cualidad de los grandes triunfadores, lo que arriesgan más y se hacen merecedores de los mayores premios.

Si bien es cierto que la prudencia es valiosa, debe caminar.

Sin embargo…

Al lado de su complemento que no es otra que la audacia.

Son estos los caminos que debe recorrer, poco a poco, paso a paso, quien lleve en sus alforjas el sueño de avanzar, de trascender, de elevarse por encima de la miseria mental que es en realidad la causa final de la pobreza y del sufrimiento.

En vez de decir “no puedo”, trabaja duro para lograr una mejor forma de vida.

Sólo si entras en la cancha, podrá anotar puntos.

Piensa que es posible y lo será.

Si comienzas a colocar ladrillos, pronto habrás construido una ciudad.

Escribir poesías…

Escribir poesías es acordarse de la melancolía.

Es sentarse al lado de la cama y rezar un ave maría.

Es como perder aquello que nunca se ha tenido.

Es como sufrir por amor sin nunca haber sentido.

Escribir poesías es soñar.

Es amar y en ocasiones olvidar.

Es pensar en lo que dejamos atrás.

Es amar y casi siempre recordar.

Escribir poesías es vivir.

Es aferrarnos a lo que se quiere ir.

Es recordar lo que sentimos.

Escribir poesías es vivir… solo eso vivir.

Demostrar sentimientos…

Demostrar sentimientos a través de la nada.

Sonriendo entre rincones llenos de telarañas.

Amante del viento.

Dueño de la torpeza adorada.

Loco de un momento.

Tanta espera en el camino.

Tanta búsqueda tarada.

Entre la luna, los bosques y la eterna madrugada.

Descubro arco iris, con colores de fresa y nata.

Sueño con un momento, que cae sobre mi espalda.

Alcanzando el éxtasis casi con solo una mirada.

Desplomado entre el cielo y la tierra enamorada.

Y si alcanzo algún día la felicidad tan deseada.

Volveré con un cuento de hadas sobre mi almohada.

Gritaré con fuerza, sobre un alma casi cansada.

Reflejada en un mar, que cubre todas mis calmas.

En los abismos del alma…

En los abismos del alma, en las entrañas profundas.

Se refugian alimañas grotescas y nauseabundas.

Se alimentan de miserias y sensaciones inmundas.

La naturaleza humana tiene ahí su cara oculta.

En una atmósfera malsana y al descubrirla.

Resulta que la presunción es vana de virtud, en gente adulta.

Son tan complejas la mente y la personalidad.

Que conviven la maldad y la cualidad latente.

En dualidad evidente de un egoísmo estridente y una auténtica bondad.

No hay hombres “buenos” o “malos”.

Hay hombres y nada más.

Somos los seres humanos una mezcla contumaz de mil aspectos profanos y un espíritu veraz.

Tolerancia en mi vida...

¿Qué es la tolerancia?

Tolerar es permitir un mal que se puede evitar, con el fin de obtener un bien.

La palabra permitir a veces significa aprobar, pero aquí se utiliza en el sentido de no impedir.

Veamos cualidades de la tolerancia…

La tolerancia requiere distinción entre el bien y el mal, entre verdad y error.

El bien y la verdad no se toleran, sino que se aplauden.

Sólo el mal y el error pueden a veces tolerarse.

La tolerancia se aplica en la práctica, no en la teoría.

En la teoría el mal no se aprueba.

Sólo se permite en la práctica sin llamarlo bien.

Aquí se puede incluir la conocida idea de caridad con las personas y firmeza ante el error.

Sólo hay tolerancia cuando el mal se puede evitar.

Si el mal fuera inevitable, no se trataría de tolerancia sino de paciencia o capacidad de aguante.

Es distinto soportar que tolerar.

La tolerancia forma parte de la prudencia.

Se toma la decisión de permitir el mal con vistas a obtener un bien.

Veamos la diferencia...

La tolerancia es una actitud correcta que no se debe confundir con otros planteamientos.

Para el relativismo no hay verdades y no se distingue entre el bien y el mal.

La tolerancia es diferente pues el mal sigue siendo mal y no bien, aunque se permita.

La comodidad a veces es motivo de permitir males.

Pero aquí el mal se produce por debilidad o egoísmo.

En cambio, en la tolerancia no se permite el mal por estos motivos sino buscando un bien real.

No es correcto hacer un mal para obtener un bien.

Esto es diferente de la tolerancia donde el mal no lo hace uno mismo, sino que se permite que otros lo hagan.

La cooperación al mal de otros es diferente a la tolerancia.

En la cooperación se contribuye al mal por hacer u omitir algo.

En la tolerancia se contribuye al bien que en ese caso exige permitir un mal.

Veamos excesos y defectos de tolerancia…

En cualquier virtud y también en la tolerancia hay errores por exceso o por defecto.

En el primer caso estaríamos en la blandura o permisivismo donde todo se admite.

En el extremo opuesto se sitúa el rigorismo donde nada se permite.

La tolerancia entra en el campo de las decisiones prudenciales, de modo que los ejemplos pueden ser válidos o no según las circunstancias.

A veces lo prudente es ejercitar la tolerancia, pero en el mismo caso con otra situación puede ser mejor atajar el mal.

Veamos unos ejemplos...

En la familia a veces hay que tolerar errores y fallos de los hijos, pero en otras ocasiones hay que corregirlos, en ambos casos se busca el bien de los hijos que unas veces necesitan de fortaleza y otras de amabilidad, ni el excesivo rigor, ni la excesiva blandura son buenas.

Una madre puede dejar a su hijo que tome de la estantería unas cajas vacías sabiendo que se le caerán encima, no le dice nada para que vaya aprendiendo, en cambio, intervendrá inmediatamente si se trata de cajas pesadas o con objetos delicados… en un caso hay tolerancia, en el otro se ataja el mal.

En el ámbito deportivo se permite a unos aficionados que insulten al árbitro o al equipo rival, pero no se tolera que los apedreen.

En el campo de la autoridad civil, suele haber tolerancia con algunos comportamientos juveniles (diversión, ruido, ligeros disturbios... etc.), pero otras actitudes se deben atajar, por ejemplo, las drogas o las locuras conduciendo vehículos.

Sin embargo…

Esas mismas acciones que se toleran en la calle probablemente no se deban permitir en casa ni en el colegio, donde precisamente se intenta educar a los jóvenes.

Incluso el mismo hecho se puede corregir un día y tolerarlo otro, si acaso el chico está más abatido o alterado.

El mal sigue siendo mal, pero a veces la caridad reclama permitirlo.

La tolerancia es prudencial.

No fui yo quien sembró…

No fui yo quien sembró peces de colores cuando te vi.

En la lejanía, tampoco fui yo quien inventó nuestro momento...

Y fue perfecto...

La culpa fue sólo tuya, pintaste de azul el horizonte, le diste vuelo a mis alas dormidas y me llevaste a ese viaje sin regreso.

Ahora lo sé, sólo fue culpa tuya por empujarme al abismo de tus ojos, por no dejarme pensar y envolver mi aliento entre tus brazos.

Se que no fui yo, lo sé...

Sólo tú derrumbaste mis murallas, invadiste la tranquilidad del espejo donde brillaba mi reflejo solitario...

No fui yo quien espantó mi sueño por las noches, fuiste tú, sólo tú, definitivamente no fui yo.

Tú te robaste mis besos y mi cuerpo, mi día y mi noche, mi vida y mi muerte...

Fuiste tú quien prendió fuego a mis sentidos y nunca más volveré a ser como yo era antes que tú fueras.

Como si nada, de la nada misma que significa para nosotros muchas veces esa muchedumbre que a diario nos rodea y sin saberlo, sin esperarlo, sin planearlo, de repente, casi por milagro, en una cita corriente, compartiendo una mesa cualquiera, en un lugar cualquiera, mis ojos se vieron invadidos por tu mirada y mi piel recibió el mensaje de tu piel y así de repente, de no ser nadie para mí, de nunca haber tenido el más mínimo indicio de tu existencia, te apareciste en mi vida e inundaste mis sentidos de todos tus encantos.

Y así con cada mirada, con cada respiro del aire que envolvía nuestros cuerpos, te fuiste transformando para mí, en una persona, con un nombre y una imagen conocida...

Ya no eras nadie, empezabas a ser tú para mí... tu mirada me mordía por dentro descontrolando mis sentidos, tu espíritu juguetón comenzó a ser escarnio de mi timidez y con cada punzada de tus encantos, mi corazón se estremecía acelerando el torrente vital que me recorría con un gélido calor de pies a cabeza.

Cuando ya era la hora de seguir nuestro viaje, tu hacia tu mundo y yo hacia mi esfera, una mirada cómplice acompañó nuestra despedida, como queriendo suspender el momento y hacer de ese segundo un montón de vida.

Nos alejamos quizás íntimamente con alguna esperanza de volver a sentir lo sentido o quizás sólo agradeciendo el momento vivido.

Pero luego, de vuelta al desierto de lo cotidiano y en cualquier momento y sin mediar nada de por medio, tú aparecías a cada instante por mi mente y tu mirada, tu voz, tu risa generosa, tus gestos al hablar, se convertían en un bálsamo para mi opaca existencia... pero yo sabía que eras parte de otro mundo, que otros buscan y necesitan de tu presencia y pensé en ese instante sacarte de mí, pero eso ya era imposible, porque sólo quería retenerte.

Tú siempre más directa y más abierta, diste ese primer paso, sembrando en mí la semilla de la esperanza...

¿Acaso podrá ser real?

Mi ilusión de amor…

Mi ilusión de amor, todo lo que yo pudiera entregarte jamás podría igualar a la alegría de vivir, a la pasión de tus besos y a la belleza de tu cuerpo, que cada día me regalabas con tu presencia en mi vida, por eso, siento que decirte que te necesito o que te extraño día a día no es suficiente.

Quizás aún no logre dimensionar el espacio que estas ocupando en mi corazón.

Mujer que ha puesto de cabeza toda mi razón.

Mujer que merece todo mi espacio y mi mundo interior.

Te invito a volar por los sueños azules de nuestra sinrazón.

Te invito a inventar los espacios para mi amor.

Te invito a crear un mundo quizás muy pequeño pero en el que cabremos los dos.

El silencio, compañero de la noche, que solo lo interrumpe los suspiros de recuerdos que a duras penas emite el alma, mientras agoniza tu ausencia y se pregunta…

¿Por qué no estas aquí?

¿Por qué no vuelves?

Mientras tanto te pienso, lindo, dulce y alegre, de piel aterciopelada, impregnada por ese sutil aroma que se obtiene en los campos de alcatraces.

Será que tanto te extraño, que pienso en aquel día que te vi y que se paralizaron mis sentidos al ver tu silueta, ese sentimiento que me envolvía e invadía solo al verte, un fuerte palpitar dentro de mi capaz de mover montañas y de hacer cosas imposibles e inimaginables.

Desde que te alejaste solo me consuela la luna, que alumbra mi rostro humedecido, por las lágrimas que llevan tú nombre.

A la cual pregunto por ti y el porque de no merecerme tu amor, pero ni ella ni nadie me da la respuesta, que habré hecho mal, acaso seré merecedor de esta gran pena.

Será que no oyes mi llanto, será que no ves mi anhelo.

Tal vez mi amor nunca te convenció.

Tal vez nunca merecí amarte.

Quisiera cerrar el libro del recuerdo, dejando paso al presente, encontrando el amor verdadero igual al que tú pudiste darme.

En esta carta quiero expresarte…

En esta carta quiero expresarte todo lo que no pude decirte, porque desapareciste de este mágico y hermoso sueño.

Querida mía siempre despierto a tu encuentro, en cada melodiosa poesía, ahí estas en mis pensamientos profundos e intensos, nunca pude tenerte como quería, si pude sentirte y amar tu loca vida.

Fuiste una bella inspiración a mi alma, una sonrisa a mi nostalgia, una motivación por las mañanas y una esperanza que aún no acaba.

¿Por que mi cielo te alejaste justo cuando más falta me hacías?

¿Ya no me necesitabas, tan cansada estabas de esperarme?

¿Por qué me dejaste volar tan lejos de ti?

¿Acaso tu libertad no existió dentro de mi?

Siempre supimos de este amor enloquecedor, porque ahora mi amor te vas y no aceptas mi canción…

¿Acaso nunca supiste cuanto te ame?

Todo lo que arriesgué, jamás sabrás lo que causaste, ahora me sacas de tu vida.

Yo se mi amor que me querías, con mis locas fantasías, con mi mágica alegría, atrevido así decías, ocultarlo no podía, reprimirme me dolía, lo intente y súbitamente te empecé a perder, ya no me sentías, ni enloquecías, ya no vibrabas con mis poesías, tampoco mis palabras apagaban tu sed, pues perderte no fue ningún placer.

Pensar mi vida que nos amamos tanto, con tanta alegría y hoy puedo decirte en estas letras que vivo al límite de la agonía, voy observando tu imagen que no quiere acariciarme, haría cualquier cosa por tenerte cerca, aunque vivamos otra mentira, pues yo sin ti mi cielo no tengo vida, no tengo alegría, estoy ciego no veo la salida.

Quisiera ser tu sol calentándote, la brisa del otoño acariciándote y la lluvia del invierno mojándote, extasiado me siento al no contemplarte, sólo el calor de tu piel, el sabor de tu boca y tus deliciosos aromas, podrían calmar a este hombre que te añora, pues bien entiendo mi amor que me dejaste libre, tampoco te quiero a mi lado si no estoy en ti y menos enloquecer así, dejemos vivir este loco amor como un sueño dormido, que el viento se lo lleve tan lejos de mi ser, que la lluvia lo diluya y el sol que es mi amigo lo regrese algún día cuando vuelvas a ver.

No quisiera terminar esta epístola sin antes saber…

Si volverás a escapar con los sueños de antes, jugarás al amor con dados, con ases, o amarás con locura al fuego que te arde, sonreirás con cada poema que leas, o llorarás con cada foto que veas, dormirás pensando en mi aroma, o soñarás que fui uno más en tu alcoba.

¿Qué harás ahora sin mi amor?

¿Beberás otra miel, respirarás un nuevo aliento, tocaras otros duros penes, encenderás otros fuegos, te llenarás?
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