En los abismos del alma, en las entrañas profundas.
Se refugian alimañas grotescas y nauseabundas.
Se alimentan de miserias y sensaciones inmundas.
La naturaleza humana tiene ahí su cara oculta.
En una atmósfera malsana y al descubrirla.
Resulta que la presunción es vana de virtud, en gente adulta.
Son tan complejas la mente y la personalidad.
Que conviven la maldad y la cualidad latente.
En dualidad evidente de un egoísmo estridente y una auténtica bondad.
No hay hombres “buenos” o “malos”.
Hay hombres y nada más.
Somos los seres humanos una mezcla contumaz de mil aspectos profanos y un espíritu veraz.
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