Para llegar a la madurez…

Para llegar a la madurez es preciso haber desarrollado la facultad de hacerse responsable de la propia vida, independiente de los demás, sea papá, mamá u otras personas.

Muchos padres, especialmente las mamás, cultivan intensamente el espíritu de dependencia en los hijos, cuando más bien deben modelar su autonomía.

El ser humano depende de la familia mientras va creciendo, pero en la misma medida, va adquiriendo independencia y criterios, valores y principios propios.

Lógicamente que nadie es totalmente independiente, pues todos estamos muy relacionados con los demás.

Pero debemos siempre conservar nuestra forma propia de ver la vida y de pensar, cultivar y defender nuestros valores y creencias.

Para ser una persona madura y exitosa, hay que adaptarse a los cambios que ocurren en la vida, aquellos sucesos negativos que siempre han de llegar y que son parte de la vida.

Algunas veces, la vida nos ofrece situaciones crueles, de las que parece que nunca podremos salir.

Sin embargo…

No aceptar la realidad y adaptarse lleva a cultivar una serie de emociones que engendran enfermedad.

La adaptabilidad y la flexibilidad implican una clase muy preciosa de madurez que puede evitar un trastorno mental.

La persona inmadura se encuentra permanentemente en medio de conflictos, porque rechaza todo lo negativo en vez de enfrentar aquellas cosas que sencillamente ocurren, luchar para solucionarlas y aceptar lo inevitable.

Hay casos clarísimos de inmadurez en la esposa que consulta a cada momento a su mamá lo que debe hacer o no hacer en su matrimonio.

La continua intervención de la madre en el matrimonio irrita al marido, la relación se deteriora y todos sufren enfermedades de origen emotivo provocadas por esta dependencia.

Otro signo de inmadurez es la actitud infantil, terrible y nefasta del egoísmo y la rivalidad que muchas personas, tristemente, siguen cultivando aún a sus 30, 40 o 50 años.

Resulta sumamente difícil convivir con personas así, porque tienen un espíritu de rivalidad exacerbada y se comparan continuamente en celosa competencia con los demás y nunca se libran de ser personas desgraciadas.

Son personas ególatras que están siempre exhibiendo sus dotes y cualidades haciendo ver, con razón o sin ella, que son más que otros.

Les domina constantemente la envidia, el orgullo herido y la hostilidad contra sus semejantes y contra sí mismos.

Son capaces, por su egolatría, de hacer daño a otros, porque han crecido más que ellos llegando hasta a avasallar, atropellar o pisotear con tal de subir.

Levantar la voz para gritar, buscar pleitos y ofender son señales claras de inmadurez.

Hay demasiada gente extremadamente agresiva, porque en el fondo son como niños que se sienten débiles, dependientes e inseguros.

Los estados infantiles son formas groseras de inmadurez, signos de debilidad, pruebas evidentes de miedo y fracaso.

Muchos individuos llegan a la edad adulta, pero siguen siendo niños que no salen jamás de esa fase de agresividad hostil y manifiestan su inmadurez con crueldad, cólera y odio, que demuestra debilidad.

En cambio, la amabilidad, el afecto, el amor y la buena voluntad son prueba de fortaleza y madurez.

La madurez trae consigo la hermosa preocupación de alegrar la vida de las demás personas.

La persona que llega a la madurez prefiere dar, más que recibir.

De esta manera, sus horizontes y perspectivas se ensanchan, porque la persona madura no vive en un reducido encierro, tratando a tientas de agarrar lo que sea posible en sus oscuros límites.

Más bien, camina a la luz del sol por el mundo inmenso, encontrando a otras personas a las que pueda dar, ofrecer y servir.

Es triste estar siempre recibiendo, porque jamás se experimenta la dicha indescriptible que proporciona el dar.

¿Eres maduro o inmaduro?

Hazte un examen de conciencia para comprobar si estás cultivando algunos de estos signos de inmadurez.

Es importante que examines bien estos aspectos de tu personalidad, pues te pueden estar ocasionando serios problemas en tu vida, en tu relación con tus seres queridos y con otras personas.

Con la ayuda del Señor se pueden superar muchas cosas en nuestra vida que no están del todo bien.

En la medida en que te sientas bien contigo mismo, te sentirás mejor y más feliz en tu relación con las personas que te rodean, que te aman y desean lo mejor para ti.

Con el Señor sí se puede, porque con él podemos vencer todo lo que venga en la vida y superar la inmadurez.

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