Señora mía...

Señora mía.

Al fin he escuchado la fuente que llena mis sueños.

Y cuando ya las fuerzas de este caballero andante parecían desfallecer en el campo de batalla recibo vuestra frescura.

Inyectándome el amor eterno.

Es más…

He viajado siglos en busca de la paz y la ternura.

Y solo he encontrado guerras.

Mi corazón gitano estaba predestinado a serviros y a amaros con la fidelidad que ni la muerte sería capaz de quebrar este juramento.

Señora mía.

Dueña de mí.

Mis pasos van por las tierras del plata.

Y el saber la cercanía de mi ama me hace sentir tu olor entre los olivos.

Poesía tan hermosa aflora de tus labios para alimento de este caminante de las estrellas.

Princesita mía.

Gracias… muchas gracias.

Por ser como eres.

Y recuerda cuando fuimos uno en aquel rió en las vecindades del Castillo del Corazón.

Estuve ahí y recorrí cada sitio donde estuvimos hace siete siglos.

Siempre te amaré…

Te amo, princesita de tierras lejanas.

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